Arte e intención; atención y participación.

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Detalle del homúnculo del Tríptico de Mérode, Robert Campin, 1425-1430, Metropolitan Museum, NY.

El ser humano experimenta sensaciones a través de numerosos canales. No obstante uno de los más inmediatos, es la vista. Siendo plenamente conscientes de ello, el ser humano durante centurias, se ha preocupado de engalanar su propia realidad para estimular la visión dentro de la cotidianeidad.  El arte, como elemento subjetivo y a la vez colectivo, nos revela mediante imágenes lo que no somos capaces de visualizar gracias a la ayuda de los artistas, individuos capacitados y enseñados a plasmar una perspectiva que va más lejos de la real, la cual nos atrae porque es totalmente inimaginable. Así pues, la imagen siempre ha sido un arma de doble filo. Su efecto es demoledor en el ser humano, nos puede llevar a enloquecer por su crueldad, puede enamorarnos por su ternura, puede enfurecernos por su contenido, nos puede dar miedo, podemos sentir dolor, redención, culpabilidad, asco e incluso sentirnos ofendidos. Somos conscientes de nuestra vulerabilidad a este medio, de que el arte no es solo una imagen, si no la punta del iceberg de un contexto, de una historia, de una voluntad. Creemos en las imágenes, somos devotos a ellas, les rendimos culto ensalzándolas al mismo nivel que una divinidad y las eliminamos cuando nos disgustan. Éste es el verdadero poder de la imagen. Es el poder que ha tenido sobre la civilización humana durante miles de años y hoy en día no está exenta de ser expuesta al poder que sigue teniendo.

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Cartel de la Guerra Civil Española creado por Parrilla en 1937

A diario somos bombardeados por millones de imágenes que subversivamente pretenden convencernos de algo, la imagen, en algunos casos se ha transformado en esclava. Y aquí cito un caso ilustrativo del poder de la imagen sobre la población, en este caso, en un contexto de guerra, en el que la propaganda y la contrapropaganda eran armas igual de efectivas que cualquier fusil cargado. George Orwell en su Homenaje a Cataluña expone << Los carteles en España son muy importantes a causa de su vasta población analfabeta>>. Parece una frase contradictoria con la cita de Gilles Deleuze que encabeza este blog, ¿cierto?

Parteluz de Sainte-Marie de Souillac, 1120-35.

Si bien es verdad que el arte actúa como herramienta liberadora para evitar dichos casos, no hay que olvidar que su naturaleza ha sido utilizada para medios más o menos éticos -no vamos a entrar en discusiones acerca de lo que resulta ético o no-, pero lo que no hay que negar es la pequeña partícula de la intención subyacente. Desde los programas iconográficos en los muros y portaladas románicas y góticas, pasando por la famosísima Apología ad Guillelmum de San Bernardo en el siglo XII. En este punto se mantiene una intensa cruzada verbal contra las figuras escultóricas de aspecto grotesco y deforme que decoraba los claustros -lugar donde los monjes leen el Oficio divino-. ¿Cual es el sentido de dicha imaginería en esa situación? Más bien dicho, lo que San Bernardo se pregunta es el objetivo de la existencia de <<ilsa ridicula moncstruositas>>. Una pregunta recurrente en toda la historia en cuanto se produce un acercamiento entre hombre y  la obra artística.

Michelangelo da Merisi da Caravaggio, Muerte de la Virgen, 1604, Museo del Louvre, París.

Dogmatizar, convencer, sugerir, invitar a la reflexión, criticar, idolatrar. Éstas son sólo unas pocas de las intenciones recogidas por el arte para llegar de forma certera al individuo y penetrar en su consciencia sembrando la semilla del cambio. Porque la intención es el gérmen del arte, es la primera iniciativa. Sin intención ni voluntad el arte no cobra forma, ya que implícitamente viene inscrito el valor de la transmisión. Se trataría de una nebulosa sin perfilar, vacía y carente de sentido.

No obstante, entramos en otra discusión y/o problemática de la intencionalidad en la obra de arte. Esta es, ¿se puede aplicar cuando la intención de una obra de arte no nace de la propia voluntad del artista?. Decir que el artista y el mercenario son compañeros de trabajo, no es del todo un disparate. Hasta entrado el siglo XIX, el artista no gozaba de la libertad para crear sus obras sin estar sujeto a un patrón/encargo.  Ambos funcionan de manera semejante.  ¿Es menos considerable el resultado de la labor de un artista que trabaja bajo la protección de un mecenas, que aquel totalmente libre de reglas y que simplemente crea partiendo de su íntima creatividad? ¿Son por ello menos merecedores de reconocimiento, a pesar de que la originalidad de su trabajo no sea comparable a la de los artistas de siglos posteriores, liberados de las ataduras de las convenciones estilísticas? ¿Transmiten menos Las Meninas de Velázquez que el Guernica de Pablo Picasso?

Olympia, Edouard Manet, 1863, Museé d’Orsay, París.

Más abajo contestaré a esta pregunta, pero antes quiero explicar un ejemplo: los Hermanos Limbourg, Jan y Hubert, bajo el patronazgo de Jean de Berry, mientras iluminaban las miniaturas de los libros religiosos para los nobles laicos, eran parte de una suerte de convenciones artísticas que los convertían en válidos estéticamente para ser los protegidos del poder del Duque de Borgoña en el siglo XV y así enriquecer el patrimonio artístico de las élites gobernantes de finales de la Edad Media. El arte de los hermanos Limbourg no rompía con la tradición anterior, pero sí que hoy en día gozan del prestigio de llevar la miniatura a otro nivel de realismo diferente al usual en su cronología, sentando la base estética de los maestros de la pintura flamenca posterior, consolidada por el Maestro de Flémalle, Jan van Eyck, Robert Campin y más adelante, Rogier van der Weyden. Sin embargo, a pesar de sus innovaciones pictóricas, eran los encargados de mantener la repetición de un cánon y una estética «de la baja edad media»  que resonará a lo largo de los siglos XV y XVI.

A la pregunta anterior de : ¿Transmiten menos Las Meninas de Velázquez que el Guernica de Picasso? La respuesta a ello no la tenemos ni tú ni yo, querido/a lector/a. No obstante, y no queriendo dar una lectura posmoderna y/o pesimista a este escrito, diré que no se deben obviar las premisas culturales, es decir, contextualizar  y entender el por qué y el cómo de esa obra de arte, su terreno de nacimiento. Porque no olvidemos que la obra de arte, una vez finalizada es la culminación de la experiencia sensitiva de alguien en particular, sus vivencias, su manera de ver el mundo y también es el reflejo de lo que la sociedad espera de él.

2 comentarios sobre “Arte e intención; atención y participación.

  1. He leído con atención tu post meramente por ser el primero, no porque sobresalga entre ninguna de las publicaciones anteriores. En primer lugar, quiero felicitarte por tu gran iniciativa ¿un blog sobre arte? ¡que gran idea esa de escribir sobre un tema tan poco arcaico, antiguo, desfasado y caduco!
    En segundo lugar, quiero señalarte un par de cosas que creo que pueden inducir al lector a errar en la compresión de tan flagrante texto.
    Creo, aunque puede que mi limitado conocimiento de arte me lleve a malentender tan elaborada frase que donde dices ‘el ser humano durante centurias’ no utilizas correctamente la expresión; es un sustantivo que, aunque hace referencia a un periodo de cien años, no se puede aplicar de tal manera en esa frase. Puedes buscar aquí la procedencia latina de tal palabra si lo deseas: http://etimologias.dechile.net/?centuria

    Por otro lado, recurres arbitrariamente a un recurso lingüístico que en vez de modelar tu texto cual figura delicada y versátil, plasma en una página de estética decadente una mole de palabras sin sentido, indigerible, que no trasmite absolutamente ninguna idea. Añades palabras innecesarias y estiras las frases de manera absurda intentando autoalimentar tus propias ideas despóticas. Fuerzas el pleonasmo, también llamado redundancia. Eres insaciable, opaca, empalagosa. Cansas al lector y le trasmites poco o ningún interés sobre el arte que estás intentando desgranar. Te limitas a escupir datos fácilmente tragados de wikipedia, sin digerir ni madurar. Te quedas en la superficie e impones tus ideas como verdades absolutas, sin citar fuentes que sostengan tan malhadada retahíla de palabrería. En resumen, aburres.

    Si me permites un consejo: intenta decir más cosas y menos palabras e intenta mejorar y depurar tu redacción. O, en todo caso, no vendas este oprobio léxico que tienes como blog como ‘forma accesible e interesante de conocer la Historia del Arte’.

    Y, por favor, la próxima vez que te consideres capacitada para calificar como ‘pésimos escritores’ a un grueso de gente que se dedica a ello intenta limpiar tu viga previamente.

    Un saludo.

    PD: ¿Cuál es la relación exacta de Rembrandt con el flamenco?

    1. ¡Hola Marieta!

      Gracias por leer mi última entrada de «El Arte no viene de Marte».

      A tu pregunta acerca de la relación exacta de Rembrandt con el flamenco, te contestaré diciendo que antes de ser el paradigma de la pintura del Siglo de Oro holandés, vivió una larga temporada en el barrio sevillano de Triana, donde aprendió las artes del cante jondo y el zapateao con Lola Flores, Farruquito, Joaquín Cortés, Diego el Cigala, Pepa de Utrera, Chiquetete y el Pescaílla.
      En Triana era conocido como «El Guiri» ó «Flamenco van Rijn». Tal fue su destreza del zapateao que consiguió batir el récord de 500 pasos por segundo, quedando por delante de Pastora Imperio, con 298. A partir de su creciente fama actuando en los mejores tablaos de Sevilla y Andalucía, Rembrandt consiguió ser reconocido por el público de toda España en su magistral interpretación de «Tú lo que quiere e que me coma el tigre» de Lola Flores en la plaza de toros de Las Ventas en 1997.
      Finalmente, después de una carrera meteórica y labrarse un merecido nombre en la escena del flamenco más purista, volvió a su tierra natal. En Leiden, comenzó sus estudios de pintura donde destacó por su preciosista técnica retratística, heredera directa de la tradición tardomedieval nórdica. Murió de un ataque al corazón mientras pintaba un retrato de Rocío Jurado en 2003.

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